Otro verano se nos va (como cantan los Green Day, ya está terminando septiembre) y con él las semanas de vacaciones que llenan la ciudad de turistas. Aprovecho esta circunstancia para recuperar un artículo que publiqué hace unos años en las páginas de verano de Heraldo porque refleja estos momentos de mudanza estacional en el centro de Zaragoza y por el protagonismo que tenía en él mi inolvidable Dalí, el golden retriever que me acompañó más de doce años y que ya nos dejó hace más de un lustro.
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| Dalí, ante la Basílica del Pilar, durante un paseo por el centro de la ciudad. Foto de Héctor Solanilla. | 
Parece que el verano ya languidece y que las noches se hacen más frescas conforme se acortan las horas de sol. Mi perro lo agradece porque no puede desprenderse de su perenne manto blanco y dorado, que le obliga a jadear día y noche en la época estival para poder expulsar el calor de su cuerpo. Creo que lo que no le gusta del fresco es que cada vez hay menos turistas por la plaza del Pilar y alrededores, algunos de los cuales se empeñan en regalarle caricias e incluso en hacerse fotos con él.
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| Dalí, refrescándose en la fuente de la plaza de La Seo. Foto de Guillermo Mestre. | 
Puede ser una foto original y diferente a la que se hacen la mayoría de quienes visitan la zona más turística de la capital. Se les ve en fila, esperando a inmortalizar su paso por Zaragoza con la cascada de la gran fuente de la plaza a sus espaldas, o sosteniendo la cercana bola del mundo como si fueran el titán Atlas. Algún adolescente es capaz de trepar por los relieves que forman los continentes hasta bien arriba del globo terráqueo conformando una imagen que podría ilustrar el conocido aforismo libertario: "Que paren el mundo, que me apeo".
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| Turistas fotografiándose ante la fuente de la Hispanidad. Foto del autor. | 
Antes o después, muchos pasan también a fotografiarse por las murallas romanas y a los pies de la efigie de César Augusto, junto a la parada del tranvía cuyo nombre despista a los turistas menos avezados, que esperan encontrarse en la misma basílica al apearse y preguntan: "¿Esto es la plaza del Pilar?".
Y algunos penetran incluso por la inmediata puerta del Mercado Central atraídos por el bullicio de compradores y vendedores, y por los seductores aromas a especias, frutas y verduras que emanan del bazar zaragozano. Allí también les hacen fotos a los ejemplares que vende el pescatero José Luis en su surtido mostrador. Hermosos atunes, descomunales lenguados y bellas merluzas gallegas a precios increíbles: 5,99 euros el kilo, mil pesetas, lo mismo que costaban hace 20 años. Una imagen para recordar.
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| El pescatero del Mercado Central José Luis López, con un ejemplar de esturión. Foto del autor. | 
 
 
 
 
 
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