lunes, 4 de agosto de 2025

Ascensión al Turbón, la montaña mágica de Aragón

La de veces que lo había visto al pasar por la carretera de Barbastro a Benasque, o por la del valle del Isábena, o desde distintas atalayas desde Barbastro, mi ciudad natal. Y siempre pensaba en ascender algún día a la cumbre de esa montaña, la más mágica de Aragón: el Turbón.

Héctor, disfrutando de las vistas del Pirineo en la cumbre del Turbón. Foto del autor del blog.
Héctor, disfrutando de las vistas del Pirineo en la cumbre del Turbón. Foto del autor.

Y hace unos días cumplí ese reto en compañía de mi hijo Héctor, un gran amante, al igual que yo, de la belleza y grandiosidad de nuestro inigualable Pirineo.

Ascendimos desde la aldea de La Muria, por uno de los tres itinerarios por los que se puede afrontar este tótem pirenaico, no sin cierta prevención pues cuando comienzas a subir por senderos más o menos escarpados debes poner máximo cuidado, sobre todo si ya eres todo un sexagenario e innumerables canas asoman por debajo de la gorra que te cubre de los rayos solares.

Vista desde la collada por la que llegamos al canal de San Adrián. Al fondo a la derecha, la cresta a la que debíamos llegar para hacer cumbre. Foto del autor del blog.
Vista desde la collada por la que llegamos al canal de San Adrián. Al fondo a la derecha, la cresta a la que debíamos llegar para hacer cumbre. Foto del autor.

Y tras llegar al final de la pista que empieza en el merendero de La Muria y trepar por las primeras pendientes en medio de frondosos pinares y hayedos, coronamos una collada desde la que ya se vislumbra la majestuosidad del canal de San Adrián, que hubo que cruzar de un extremo a otro disfrutando de la compañía de algunas vacas y terneros, alternando amplios espacios de verdes pastos y variada flora con centenares de metros sin otra presencia que grandes pedruscos y cascajares que hacen del entorno por el que caminas una especie de territorio lunar o marciano. 

Restos de la ermita de San Adrián. Foto del autor del blog.
Restos de la ermita de San Adrián. Foto del autor.

Incluso pasamos por las ruinas de una ermita románica que data del siglo XII y que a juzgar por lo poco que queda en pie debió ser un templo pequeño pero hermoso, sin duda construido con fe y convicción por un ermitaño llamado Pedro, que algo mágico y sobrenatural debió barruntar para elegir ese paraje desde el que dedicar el resto de su vida a la mera contemplación del universo infinito, tan inacabable como la modesta fuente que mana del suelo a sólo un par de metros de la ermita

Y sin duda que esa vida sería extremadamente difícil en los meses invernales, en los que la nieve y el frío deben hacer prácticamente inhabitable ese espacio, a casi 2.000 metros sobre el nivel del mar, lo que convierte a la ermita de San Adrián en el vestigio románico a mayor altitud de Aragón.

El Turbón, visto desde el valle de Benasque al atardecer, después de cumplir nuestro reto. Foto del autor del blog.
El Turbón, visto desde el valle de Benasque al atardecer, después de cumplir nuestro reto. Foto del autor.

Este presbítero debió intuir tal vez que la religiosidad del espacio tendría que ver con el hecho de que allí encalló supuestamente el Arca de Noé cuando descendieron las aguas del diluvio universal. Nada que ver, sin embargo, con otro de los mitos que afirma que en esta montaña mágica hacían sus aquelarres las brujas del Alto Aragón. De todas estas leyendas que se atribuyen a esta montaña se da cuenta en la página de Huesca la Magia.

Bien cierto es que atravesando estos parajes sentí un pálpito especial, como si estuviese hondamente unido a la madre Tierra a pesar de estar ascendiendo a una cumbre situada a 2.492 metros de altitud, desde la que disfrutamos de unas vistas maravillosas y únicas de todo el macizo pirenaico y de otras zonas como La Fueva, de donde procede mi familia materna.

Padre e hijo, satisfechos tras hacer cumbre en el Turbón. Foto de Héctor.
Padre e hijo, satisfechos tras hacer cumbre en el Turbón. Al fondo, el macizo del Aneto. Foto de Héctor.

Todo un reto cumplido tras más de siete horas de marcha y más de 17 kilómetros recorridos que me espolea para intentar otras ascensiones que tenemos en mente con Héctor para próximas semanas. Una experiencia inolvidable, otra incursión que incluir en los pasajes del tiempo, como me sugiere esta canción de Al Stewart.

1 comentario:

  1. Magnificas vistas,felicidades a los dos,buen trabajo y que sigáis asi de espléndidos los dos

    ResponderEliminar

Chiretada popular en Barbastro

La Plaza del Mercado de Barbastro fue escenario el pasado sábado, 25 de octubre, de otra convocatoria gastronómica dedicada a ensalzar la ch...