Hace unos días quedamos a tomar café con varios amigos y amigas en una cafetería del centro de Zaragoza y el amigable encuentro se me amargó bastante con el brebaje que me sirvieron como cortado de esos en vasito de cristal de toda la vida. Hasta el extremo de que al poco de dar un par de tragos se me puso tan mal cuerpo que estuve a punto de ir al baño en previsión de males mayores. Bueno, aguanté estoicamente, ahí quedó la cosa. Aunque ninguno de mis acompañantes puso objeción a lo que ellos tomaron en aquel momento, sí me comunicaron algunos, días después, que habían tenido una mala experiencia con el café.
Igual es que mi estómago no estaba para muchos trotes ese día, pensé en principio, pero no, pasado el mal trago y ya fuera del establecimiento -hay que recalcar que era una cafetería- el pésimo postgusto seguía difamando mi paladar, signo inequívoco de la mala calidad de la materia prima utilizada en la infusión cafetera.
Y es que esa señal es la prueba del nueve para detectar la excelencia de un café que degustas con placer cuando lo bebes y que muchos minutos después de haber abandonado el local donde te lo sirvieron te sigue regalando las papilas gustativas con recuerdos sumamente agradables.
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| El último cortado que tomé en Cafés El Criollo. | 
Esas sensaciones son las que disfruto cada vez que voy a la cafetería que tiene Cafés El Criollo en el número 5 de la calle Canfranc de la capital aragonesa, donde el nivel de la calidad del producto y de la preparación que atesoran y ejercitan los profesionales que están al otro lado de la barra es insuperable, la excelencia máxima.
Y, como consumidor, uno agradecería que se prodigaran locales si no tan magníficos, sí al menos con el mínimo de nivel que permitiese salir a los clientes con ganas de volver otro día. Y es penoso, ciertamente, comprobar que no existen muchos sitios en los que tomar un buen café en Zaragoza en particular y en Aragón en general. Será tal vez porque los consumidores no exigen calidad cuando les sirven y les cobran un euro y medio o más por un cortado, limitándose, como mucho, a encogerse de hombros y a pagar religiosamente. Y claro, si no te echan la cantada, es fácil caer en la tentación de ir disminuyendo cada vez más la calidad del producto utilizado para aumentar las ganancias, y eso que el café es uno de los productos que más beneficio reporta en la hostelería.
Siempre me ha llamado poderosamente la atención este pésimo nivel cafetero en nuestra región cuando lo cierto es que hay numerosas empresas cafeteras con una amplia gama de productos y que incluso ofrecen, como en el caso de El Criollo, cursos a los hosteleros para especializarse en la elaboración de cafés, para conseguir una buena preparación como barista. En el extremo contrario, me sorprendían gratamente los excelentes cafés que me servían, el año pasado, en las últimas etapas del Camino de Santiago, por tierras leonesas y gallegas. Y eso que el nivel de la hostelería, en general, no era para tirar cohetes, pero los cafés, oiga, eran cosa aparte, tal vez porque la cultura cafetera de la gente así lo exige por aquellas tierras.
Moraleja: cuando le sirvan un mal café, no tenga reparos en protestar e incluso pedir que le pongan otro en condiciones o que se lo cambien por un té u otra infusión de hierbas. Y, en caso contrario, no escatime muestras de aprobación y agradecimiento, incluso de alabanza, cuando la consumición ha sido de su agrado. Será una forma de contribuir a elevar la calidad de los productos y del servicio de la hostelería.
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| Bach dedicó una larga cantata al café. Bach y 'La Cantata del Café'Entre los numerosos ilustres consumidores de café que ha habido a lo largo de la Historia, figura en lugar destacado Johan Sebastian Bach, quien compuso en Leipzig, en 1737, 'La Cantata del Café', en donde relata la historia de un padre que amenaza a su hija con no dejarla casarse si no deja antes el 'vicio' del café. En este vídeo con subtítulos en español podemos escuchar esta obra.También Honore de Balzac era un gran aficionado al café, hasta el punto de que se dice que tomaba diariamente hasta sesenta tazas y que dejó constancia de su afición en algunos de sus escritos. Los defensores de las bondades del café aseguran que también Voltaire, Beethoven, Napoleón y Rossini fueron grandes amantes de esta bebida. | 
 
 
 
 
 
Te doy toda la razón, yo que tomo café solo sin azucar , hay sitios que es un lavatripas imbebible.
ResponderEliminarA ver si conseguimos que vayan mejorando. Gracias por tu opinión.
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