Recorren incansables los pueblos, desde las altas montañas del Pirineo a las secas planicies de los desiertos monegrinos. Llegan envueltos en una aureola de ilusión, con sus viajadas maletas de mano, en las que guardan instrumentos y partituras. Son los herederos directos de los cómicos y hombres orquesta que recorrían comarcas enteras en el verano desde hace muchos lustros. 
A mediados de los años 80 formé parte de uno de estos grupos, por lo que conozco muy bien su dinámica y funcionamiento. Algún tiempo después publiqué un reportaje en las páginas de verano de Heraldo de Aragón en el que hablaba de la actividad de estos grupos y que recupero para que lo leáis ahora en el blog.
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| El grupo zaragozano Albatros, en una de sus actuaciones. | 
Hay una canción cuya letra compuso Víctor Manuel y que popularizó Miguel Ríos, 'El Blues del autobús', algunas de cuyas estrofas definen con gran exactitud la vida de los numerosos hombres y mujeres que viven de las giras musicales durante el verano, en sus diferentes niveles: «Cada día despierto/en distinta habitación/donde doy con mis huesos/cuando está naciendo el sol./Dormimos poco y mal/quemando la salud/ para llegar al quinto infierno/donde cantaré de nuevo./ ¿Qué estarás haciendo tú?/Cada día un concierto, un ensayo, una tensión/que controlo sabiendo/que es mi vida lo que doy./ Siento que el equipo aquel, nunca suena igual/qué misterio habrá,/si podemos conectar lo demás se puede olvidar».
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| Aquí estoy tocando la guitarra con el grupo en el que participé a mediados de los años 80. | 
Este 'pan de cada día' de los músicos, con un denominador común que es el continuo vagar durante todo el verano, tiene, sin embargo, algunas diferencias para las estrellas consagradas y para los 'peones' de esta actividad.
Mientras los primeros cobran cantidades notablemente superiores, estos últimos son los obreros de la música: los componentes de conjuntos y bandas musicales que recorren multitud de pueblos  amenizando las sesiones de baile de tarde y noche, normalmente en las plazas mayores de las distintas localidades, bajo el único techo de las estrellas del cielo.
Hasta finales de junio, sus actuaciones son esporádicas. Solo algún fin de semana en las fiestas más tempraneras rompe la monotonía de sus ensayos, en los que repiten hasta el hastío las melodías con las que luego bailarán cientos de personas en las fiestas de los pueblos. Hay que ir acoplando los instrumentos y las voces en cada canción, especialmente las últimas novedades que figuran en los primeros lugares de las listas de éxitos. Con el transcurrir de las actuaciones, las canciones se irán rodando y llegarán a interpretarlas, en no pocas ocasiones, con idéntica sonoridad que las originales.
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| La orquesta Meteoro 2.0 no ha parado de actuar en los pueblos de Aragón en este 2025. | 
El trabajo de ensayar es el menos agradecido. Es como la siembra de la semilla, que irá madurando y de la que sólo podrá recogerse su fruto cuando las galas vayan llenando los espacios del calendario.
Entrado el mes de julio, las actuaciones comienzan a ser más frecuentes, para llegar al clímax del 15 de agosto, festividad de la Virgen, seguramente la fecha más festejada en la España rural. El hecho de que sea ésta la época en que existe una mayor demanda de grupos musicales hace que el 15 de agosto y los días anteriores y posteriores se coticen muy por encima del precio normal de una actuación, hasta el punto de que suele doblarse la tarifa habitual del grupo.
Hasta que llega esa semana clave, los cuerpos de los músicos se van castigando irremediablemente hasta bien entrado el mes de septiembre.
Son pocos los obreros de la música que viven exclusivamente de este trabajo. Para gran parte de ellos la actividad musical constituye un complemento económico de sus quehaceres habituales, de los que se desentienden en la época estival para poder atender convenientemente las galas contratadas.
En la actualidad, la práctica totalidad de los grupos disponen de nutridas formaciones, en las que casi nunca falta la voz femenina, y de costosos equipos de sonido para dar satisfacción al cada vez más exigente gusto del público, lo que convierte a esta actividad en una empresa en la que se requieren importantes inversiones económicas.
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| El cantante barbastrense Antonio Latorre, actuando con la orquesta Columbia en la sala de fiestas Argensola en los años 60. | 
La vida del músico de baile es dura y sacrificada. Mientras el público baila y se divierte, los músicos se vacían sobre el escenario para dejar un buen sabor de boca, ya que ello es fundamental para las contrataciones de los años siguientes. Al término de las maratonianas verbenas, los bises se suceden para atender los requerimientos del público.
Por otra parte, el grupo es también un mundo en pequeño, en donde la convivencia diaria se hace a veces difícil y donde los problemas técnicos y humanos deben solventarse puertas adentro, sin que repercutan en el resultado final de todo el conjunto. Las enfermedades, el mal humor, el cansancio y las averías técnicas o mecánicas casi nunca impiden que los músicos lleguen a las fiestas de nuestros pueblos, que actúen durante más tiempo del contratado y que luego recojan sus maletas e instrumentos para ir corriendo a otro lugar con su cargamento de ilusiones y música.