Es bien cierto lo que dice el estribillo de 'Una, dos y tres', la conocida canción de Patxi Andión: 'Lo que usted no quiera para el rastro es'.
Cientos de libros se amontonan por todos los lados en el rastro de Zaragoza. |
Suelo ir de vez en cuando al rastro que se instala los domingos en la gran explanada del aparcamiento que hay cerca de la Estación Intermodal de Zaragoza. Allí se pueden encontrar utensilios usados a buen precio, antigüedades de más o menos valor y muchos zarrios procedentes de desalojos de casas y pisos que normalmente habrán quedado deshabitados por la muerte o traslado a la residencia de sus ancianos moradores.
Periódicos antiguos, libros, vídeos y hasta juguetes eróticos en uno de los puestos del rastro. |
El rastro es oportunidad de encontrar algún chollo, de entrenarse en el arte del regateo con el fin de llegar a ese punto intermedio en el que el comprador siente que ha hecho una buena adquisición salvando la dignidad del que vende.
Pero el rastro es también un zoco iluminado por hogueras de vanidades, alimentadas por montañas de libros amontonados aquí y allá, por pilas de álbunes fotográficos en blanco y negro, por marcos con títulos universitarios y distinciones honoríficas, medallas, placas reconociendo méritos y triunfos y trofeos diversos, como los procedentes de victorias deportivas.
Distinciones y reconocimientos abundan en los puestos del rastro. |
Objetos todos que fueron exhibidos con orgullo en paredes y anaqueles por quienes algún día los recibieron, probablemente en medio de una merecida ovación o en un sentido homenaje.
Y sin llegar a ser tan radical como Ramón J. Sender, quien dejó escrito que la imprenta ha hecho mucho daño a la literatura porque antes de su invención sólo se publicaban obras maestras, es cierto que no está justificado que se publiquen cientos de miles de libros cada año.
Literatura, ensayo, diccionarios, libros de viajes... Todos a 50 céntimos. Un chollo, oiga. |
Pero, en fin, das una vuelta por el rastro y sientes pena de ver tantos libros vendidos a precios que harían enrojecer a quienes años atrás los escribieron y publicaron con toda su sapiencia y cariño. La mayoría se pueden comprar a 50 céntimos, cantidad que en muchos casos se podría recuperar a peso en una trapería o establecimiento de recogida de materiales de reciclaje.
Muchas veces compro algunos de esos libros como acción de rescate, para salvarlos de ese fuego de olvido al que han sido arrojados con alevosía en un acto de descuido, traición o deslealtad a tíos, padres o abuelos que se los legaron en la herencia junto a unos ahorros o unas acciones en el banco.
Una de las ediciones de 'Platero y yo' rescatadas del rastro. |
El caso es que de mis preferidos ya atesoro una colección de variadas ediciones, con ejemplares comprados a esos precios de saldo. Por ejemplo, de Platero, que aún a pesar de ser tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, se salvaría de ese fuego devorador que nos hace recordar que hasta del más colosal incendio sólo queda un montón de cenizas.
Las nuevas tecnologías, la forma de guardar, archivar en pequeños artefactos digitales tanto fotos como obras de gran valor, hacen que las nuevas generaciones prescindan del papel.
ResponderEliminarAyude en un vaciar un piso de muebles, llenas de libros...pero la voluntad de su dueña fue deshacerse de ellos, tirándole al reciclaje...sentí estar ejecutando un asesinato a la cultura!
ResponderEliminarTe entiendo perfectamente, una pena. Gracias por tus comentarios.
EliminarCierto, en el rastro hay oportunidades, hay que buscar, lo de los libros cierto, están tirados de precio, casi regalados, así es tal como lo cuenta
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