Casi por casualidad, he disfrutado hace pocos días de un menú típico de la Semana Santa, como es un potaje de garbanzos con pescado cecial y un segundo plato de bacalao con salsa de tomate.
|  | 
| Potaje de garbanzos con pescado cecial. Foto del autor. | 
Bien conocida es la relación entre el bacalao y las fechas en las que era de obligado cumplimiento la abstinencia en el calendario cristiano, obligación que se relajó a partir del último Código de Derecho Canónigo, en el que se estableció que no había que consumir carne ningún viernes del año, el miércoles de Ceniza, los viernes y sábados de Cuaresma, los tres días de las cuatro Témporas, vigilias de Pentecostés, Asunción, Todos los Santos y Navidad.
Como bien apuntaba el recordado amigo gastrónomo Francisco Abad Alegría, los tiempos cuaresmales aguzaron el ingenio doméstico para generar manjares compatibles con la normativa canónica. Así, los potajes cuaresmales de patatas, garbanzos o arroz con pescado cecial (aquél que ha sido secado y curado al aire), alegrados con ajo y las más de las veces con pimentón, se hicieron muy populares por toda la geografía española.
|  | 
| Bacalao a la vizcaína del restaurante Marivella. Foto del autor. | 
En Aragón, fue la comarca de Calatayud la que se hizo con el mérito de convertirse en la avanzadilla de este tipo de cocina, debido principalmente a que en esa zona había una importante actividad de fabricación de sogas, cuerdas y cabos para la mayoría de puertos españoles. Y así, cuando los bilbilitanos llevaban los pedidos de estos materiales a Galicia, regresaban con un buen cargamento de congrio de los secaderos de la Costa da Morte. Este pescado podía conservarse durante mucho tiempo, por lo que no le afectaban las largas jornadas de viaje entre uno y otro lugar.
Pues bien, el referido menú lo comí precisamente el otro día en Calatayud, concretamente en el restaurante del Hotel Marivella, formando parte de un nutrido grupo de excursionistas que acudimos a conocer algunas joyas de arte mudéjar a la comarca.
Tengo que reconocer que ambos platos estuvieron a un buen nivel, con el único pero de que el vino que nos dieron para regarlos no tenía la calidad que merecía tal menú cuaresmal. Era de una bodega poco o nada conocida de la zona, una pena, dado que en la D. O. Calatayud se elaboran unos tintos de garnacha que son de lo mejorcito que podemos encontrar en los mercados por su buena relación entre calidad y precio.
|  | 
| Un buen ejemplar de congrio seco. Foto del autor. | 
PESCADO CECIAL
El secado de alimentos al sol y al viento es un método de preservación que se practica desde tiempos muy antiguos. El pescado fresco, en concreto, tiene un 80% de agua. Si se rebaja del 25%, las bacterias ya no tienen condiciones para crecer y por debajo del 15% también los mohos quedan condenados.
Pero este método se practica casi exclusivamente con pescados y mariscos magros, ya que el secado al aire favorece la oxidación de las grasas y el desarrollo de sabores rancios.
Los pescados más dados al desecado son el bacalao, el abadejo y otras especies análogas. En Noruega, Islandia y Suecia existe una importante industria de secado en frío del bacalao. En España, Galicia era el gran secadero aunque en la actualidad sólo perduran algunos secaderos artesanales en Muxía, cuyos productos se consumen mayoritariamente en la zona de Calatayud.
Para cocinar este pescado, hay que sumergir en agua el pescado cecial durante un día por lo menos, con frecuentes cambios del líquido para impedir el desarrollo de bacterias. Después se quita la piel y se prepara a fuego lento cortado en trozos, ya sea en un guiso con garbanzos, con una salsa de tomate o en un ajoarriero, por ejemplo.
 


 
 
 
