Llega el Día de Difuntos, Todos los Santos, momento de recordar a los seres queridos que se fueron y de constatar que la inmortalidad no es más que un estúpido invento de los vivos, como solía decir el viejo Bukowski. Fue él quien escribió también algo que tengo apuntado en un cuaderno de notas que releo a menudo: "Todos vamos a morir, todos nosotros. ¡Menudo circo! Debería bastar con eso para que nos amáramos unos a otros, pero no es así. Nos aterrorizan y aplastan las trivialidades, nos devora la nada".
Así es amigos, la vida se nos va en tonterías, divagando sobre asuntos que ya son pasado o preocupándonos por un futuro que sólo está en nuestra mente. Hace unos años publiqué en Heraldo un artículo relacionado con este tabú que es para nuestra especie el tránsito al otro barrio. Se titulaba 'Muerte (plagios)' y llevaba su correspondiente ilustración de mi buen amigo Alberto Calvo, el padre del gran Supermaño. Aquí os lo pongo para reflexionar en esta fecha en la que, ante todo, hay que disfrutar del puente festivo. ¡Salud para todos!
Dibujo de Alberto Calvo para el artículo en cuestión. |
MUERTE
Entonces me miró y yo la miré a ella. Durante breves minutos estuvimos haciendo nada más que eso: mirarnos.
-Llegué y vi: la vida es una estación. Inútil deshacer las maletas- dijo Marina.
-Veo que no es usted de aquí: no sabe lo que nuestros crepúsculos son capaces de hacer. ¿Quiere que se lo cuente?- masculló a modo de bienvenida Samuel, el enterrador, con aire distraído.
Continuamos mirándonos un tanto sorprendidos.
"¿Existe una vida antes de la muerte?", había escrito alguien con tiza sobre un muro. Era una frase muy apropiada para el patio interior de la morgue.
La muerte, el más horrendo de los males, no nos pertenece en nada, pues cuando vivimos no ha venido y cuando viene, ya no vivimos.
-Una de las funciones más nobles de la razón es saber cuándo ha llegado el momento de abandonar el mundo-, sentenció Marco, que permanecía sentado desde hacía rato manoseando una baraja de naipes.
-Lorenzo no era como tú ni como yo, él era una buena persona- me espetó Marina en lo que consideré un reproche en toda regla.
Mientras decía esto, dirigió su mirada hacia la sala donde estaba el cadáver.
En ese momento, me vino al pensamiento una frase de Georges Bataille: "Sólo cuando está abocado a un destino trágico, un hombre llega a escoger lo imposible. Lo elige dentro de un desorden inevitable, y lo quiera o no, en algún sentido su elección es ciega".
También la soledad tiene sus necios, y la mayoría de las veces se delatan por su intento de pasar por mártires.
La memoria y la muerte se responden. Tendría que vivir el resto de mis días con esa pesada carga de culpa.
"El recuerdo es el único paraíso del que no pueden expulsarnos", recordé haber leído en alguna ocasión. A veces puede ser cierto. Pero más a menudo es un infierno al que se nos condena sin culpa.
-La memoria del pasado es todo el futuro que nos queda- me dijo ella a modo de consuelo, como si hubiese estado leyendo mis pensamientos.
Me levanté y cogí mi mochila. "El viaje y la espera son mi destino", murmuré como única despedida.