Se celebra estos días en el principado de Andorra la tercera edición de Andorra Taste, el Encuentro Internacional de Gastronomía de Alta Montaña, que termina este viernes.
Organizadores y participantes en Andorra Taste, durante el acto de inauguración. |
Una de las tesis que se están confirmando en este congreso es que las difíciles particularidades orográficas y también las conocidas características climáticas de los pueblos ubicados en alta montaña condicionan las formas de vida, la agricultura y ganadería y, por consiguiente, la gastronomía. En esta edición de Andorra Taste, según me informan los organizadores, el binomio altitud-latitud es protagonista y permite hermanar territorios que se enfrentan a retos similares a pesar de sus diferencias geográficas. Lo han ejemplificado sobre el escenario el chef noruego Christopher Haatuft (Lysverket*, Bergen), el sueco Filip Gemzell, los chicos del restaurante finlandés Nolla o cocineros españoles como David Yárnoz (Molino de Urdániz**, Navarra), Elena Arzak (Arzak***, San Sebastián) y Eduardo Salanova (Canfranc Express*, Huesca).
Dada la ubicación geográfica de Andorra, en plenos Pirineos, el congreso ha acercado la mirada a las cocinas más próximas. Desde las bajuras de los montes de Euskadi, a los valles navarros, los altos picos de Aragón y hasta los angostos valles andorranos, los asistentes al Encuentro Internacional de Gastronomía de Alta Montaña han podido captar la esencia común de unas propuestas culinarias basadas en el producto local.
Eduardo Salanova, durante la ponencia en la que expuso su menú 'Cambio de Vía'. |
Uno de los cocineros participantes ha sido el aragonés Eduardo Salanova, quien a mediados de 2021 abrió las puertas del restaurante Canfranc Express, instalado en un vagón de tren de 1927 en la remodelada estación de tren de Canfranc (Huesca), y en tan solo cinco meses logró su segunda estrella Michelin (la primera la consiguió junto a Ana Acín para el restaurante Espacio N, de Esquedas), apostando por una cocina basada en el recetario de los valles aragoneses “porque es nuestra identidad”. Y, como muestra, expuso cuatro de los platos más destacados de su menú titulado 'Cambio de Vía', con el que busca reposicionar el legado culinario del valle del Aragón a base de técnicas contemporáneas.
Chiretas emplatadas y listas para comer (foto del autor). |
La chireta
Y como ya se sabe que aquí, como en casi todo en la vida, cada loco se obsesiona con su tema, a mí me habría gustado que estos cocineros hubieran centrado alguna ponencia en la chireta, un plato típicamente altoaragonés que tiene su réplica en algunas culturas de esos mundos de Dios. Como en Escocia, donde el conocido haggis guarda asombrosas similitudes con nuestro emblemático preparado derivado del cordero.
El haggis es un embutido preparado con las vísceras de oveja. El corazón, hígado y los pulmones del animal se pican junto con cebolla, grasa de riñón, harina de avena, sal y especias. Esta masa se embute en el estómago del animal y después se hierve durante aproximadamente tres horas.
Existen diferentes formas de comer el haggis. Una vez caliente y abierto, se combina con diferentes guarniciones, según las preferencias, aunque tradicionalmente el haggis se come con puré de patatas hervidas, acompañadas con un vaso de whisky escocés. Y se puede degustar solo o bien con una típica salsa al whisky.
El haggis, la chireta escocesa. (Foto de Wikipedia). |
No se sabe el momento exacto en el que nació esta especie de embutido escocés. Lo que sí se supone, considerando la utilización de ingredientes considerados "pobres", es que fue ideado por criadores y cazadores que buscaban utilizar de la mejor manera posible todas las partes del animal. Igualico que lo que ocurre con la chireta, que decimos por aquí. Pues nada, a ver si en próximas ediciones del Andorra Taste se dedicen a hermanar territorios montañeses de distintas latitudes con la chireta y sus similares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario